Abdullah Abenyusuf

“En la entrada de una mezquita nunca preguntan a nadie si es homosexual”. 


Abdullah Abenyusuf
Escritor y blogger musulmán
Galícia


Aunque mis convicciones – y mi entorno sociocultural – es el Catolicismo, no podía dejar pasar la oportunidad para hablar con otras iglesias de raíz cristiana, y también con otras religiones. Del mismo modo debo decir que, mientras que en el seno de la Iglesia Católica ha sido mucho más fácil encontrar voces contrarias a la inclusión de la homosexualidad en la Iglesia, ha sido mucho más divicil encontrar estas voces en el Islam. Ninguno de los líderes religiosos que centran sus discursos incendiarios en la decapitación de homosexuales ha querido concederme una entrevista. Y esto es un problema a la hora de contrastar opiniones. Es cierto que la intolerancia se asocia a menudo a una voluntad de cerrarse y no permitir el diálogo ni la conversación, ni tan solo el intercambio de opiniones. Abdullah Abenyusuf es una de estas personas que me ayudó a entender cómo desde el Islam se pueden aportar soluciones viables a la plena integración del hecho homosexual en una comunidad religiosa tan diversa como es la musulmana. 

Muchas personas piensan que el Islam es radical, aunque poco a poco van rompiéndose les prejuicios. ¿Hay otro Islam tolerante, abierto y sensible en temas como el aborto, la homosexualidad, el feminismo, el divorcio, etc.?
Si debemos entender que se trata de la percepción común del islam en nuestras sociedades occidentales, yo contextualizaría esa generalización y diría que es un efecto post-11-S. Pero esa mala percepción no es inevitable, puede revertirse con un mejor conocimiento mutuo entre sociedades occidentales y musulmanas. En cuanto a los prejuicios, no sé si aumentan o se disipan, creo que depende mucho de las situaciones políticas concretas en cada país, porque en ciertos países como Italia, Francia y Suiza, sin hablar ya de los EE.UU., la islamofobia ha alcanzado los niveles del antisemitismo “clásico” (el antisemitismo común en la Europa industrializada antes del nazismo), mientras que en otros países, el islam crece y es cada vez mejor percibido por la sociedad, como sucede por ejemplo en muchos países de América Latina. 
En cuanto a saber si existe un islam “tolerante, abierto y sensible”, una vez más, creo que la respuesta debe ser formulada en función de los distintos países y el grado de libertades públicas que rigen el día a día de toda la ciudadanía. Con eso quiero decir que en los países con un grado apreciable de libertades y derechos reconocidos, como Alemania, España o Gran Bretaña, existe, dentro de la población musulmana, de origen inmigrante o no, una diversidad muy amplia de posicionamientos en cuestiones sociales, políticas, culturales, educativas, sanitarias, etc. Si intentamos esbozar una radiografía, podemos encontrarnos con grupos de población musulmana que no tienen una identidad islámica que puedan diferenciarlos del resto de la población de tradición post-cristiana atea, es decir, que viven su identidad musulmana (o post-musulmana) como una anécdota de su apellido y nombre de pila. Para esas personas, el islam puede perfectamente ser “tolerante, abierto y sensible” o no, pero quizás sienten desde la indiferencia hasta incluso malestar ante la idea de tener que emitir una opinión sobre un islam que consideran no formar parte de sus vidas en absoluto. 
Dentro de la población musulmana que sí se percibe a sí misma como tal, además de una gran mayoría de musulmanes liberales más o menos practicantes que se reparten entre posiciones políticas y culturales que van desde el laicismo socialdemócrata hasta el conservadurismo moderado y el tradicionalismo islámico apolítico y/o fundamentalista, existe un islam minoritario y al mismo tiempo muy interesante, que está en plena conexión con los movimientos emancipadores feministas, de extensión de derechos sociales y de lucha contra los efectos más nefastos del capitalismo, el espectro que se suele denominar “altermundista”, y que abarca desde los anticapitalistas hasta los ecologistas, pasando por los muchos activistas a favor de los derechos humanos y contra los discursos neocolonialistas, para quienes la lucha del pueblo palestino suele ser un referente fundamental. 

¿Y en el caso de la homosexualidad? 
La lucha por el reconocimiento de la homosexualidad y contra la homofobia es un indicador fundamental del grado de compromiso real contra todas las discriminaciones manifestado en estos posicionamientos individuales y colectivos de personas musulmanas. Me centraré en un ejemplo muy significativo. Tariq Ramadan, que podría haber alcanzado un papel legítimo de referente intelectual del islam europeo, ha perdido en ese sentido toda credibilidad ante muchos de los que nos interesamos por la articulación del islam progresista en Europa, dadas sus posturas demasiado cobardes con respecto a la homofobia. Los musulmanes no podemos asumir que se aspire a zanjar, como fue el caso de Tariq Ramadan, de forma acrítica (sin tan siquiera una exégesis independiente del texto coránico) la revisión de la homofobia imperante en el corpus legal de los países islámicos, limitándose a pedir “respeto a las personas”, pero rechazando la homosexualidad como “no-islámica”.

¿Porqué dicen eso? 
Lamentablemente, el argumento principal, que tampoco reconocerán, es meramente político: no es islámica porque Tariq Ramadan y muchos como él no creen que contarán con una mayoría social entre los musulmanes de Europa que opinen bien de la homosexualidad. Esta es una cuestión fundamental, porque la homofobia no tiene cabida en ninguna corriente realmente emancipadora. Personalmente, no me cabe la menor duda de que el islam puede ser absolutamente emancipador y ser un instrumento útil en la lucha por la igualdad y la justicia. 

¿Qué sucede en los países con mayoría musulmana? 
En cuanto a la homosexualidad, suele estar penada en la práctica totalidad de los países con mayoría de población musulmana. En el Líbano, un periódico muy prestigioso de izquierdas hace gala de una lucha incansable contra la homofobia, pero en otros países donde la libertad de prensa no existe prácticamente y los periodistas e intelectuales están permanentemente bajo régimen de libertad vigilada, los testimonios de homosexuales en la prensa son todavía un tema tabú que puede acarrear el cierra de la publicación, cuando no se da la autocensura previa. En Marruecos, el debate lleva bloqueado más de una década, por culpa directamente del monarca Mohammed VI, que es quien decide qué es islámico y qué no. En la blogosfera árabe, que es de la que puedo hablar con un mínimo conocimiento, los blogs escritos abiertamente por homosexuales y que tratan temáticas propias de la homosexualidad aparecen y desaparecen, tanto por motivos personales como por la presión de la policía y otros aparatos represivos de los Estados. Irán es también uno de los países que castigan de forma más cruel, con el asesinato, la homosexualidad, hecho que condiciona también la lucha de las feministas, que a veces, por miedo o por pragmatismo, prefieren no entrar en la cuestión de la homosexualidad. Es comprensible, pero no se puede aceptar como una fatalidad, y en ese sentido nuestro apoyo debe también ser una exigencia ponderada de que incluyan ese capítulo en sus reivindicaciones planteadas en los ámbitos de la justicia, la política y la educación. Al mismo tiempo, la situación política iraní es de una inestabilidad enorme desde las últimas elecciones presidenciales de 2009, por lo que no es fácil saber qué evolución van a seguir los acontecimientos en ese terreno específico. 

¿Qué vías tiene un musulmán para practicar su fe sin renunciar a su homosexualidad? 
Yo creo que nunca debería “renunciar a su homosexualidad”, pues un musulmán homosexual tiene derecho a ser como es. Pero es que, además, no veo qué puede hacer que no sea una represión brutal de su deseo natural, represión que no puede sino tener unas consecuencias psicológicas terribles. Pero no estoy en la piel de un musulmán en un país donde se castiga la homosexualidad, de forma tal que me abstendré de dar muchos consejos prácticos. Solo daré uno: una persona sincera no miente, pero tampoco necesita exponerse inútilmente en una lucha perdida de antemano contra un sistema kafkiano. Puede sonar un poco al triste “Don’t ask, don’t tell” del ejército de los EE.UU, pero no veo qué alternativa real existe en los países donde, según sus sistemas legales criminales, la homosexualidad puede llevar a las personas a la cárcel, la tortura o la muerte. 

¿Y en los países occidentales? 
Aquí un musulmán puede perfectamente vivir una relación en pareja o casarse, llevar una vida todo lo normal que pueda esperarse para cualquier ciudadano y ser un musulmán ejemplar, si es capaz de no dejarse condicionar por la homofobia que pueda existir en su entorno, y cuenta con la justicia, que a veces parece ser deficiente, para denunciar cualquier discriminación que pueda estar padeciendo. En una mezquita nunca preguntan a nadie si es homosexual en la entrada, pero es cierto que en un barrio o un edificio puede haber una presión más o menos velada difícil de soportar, sobre todo si se suman otros factores agravantes, como la discriminación en el mercado de trabajo por un origen magrebí o africano, por poner unos ejemplos plausibles. 

De homosexuales musulmanes se va hablando cada día un poco más. ¿Qué pasa con las lesbianas? 
Evidentemente, el primer comentario es que sufren una doble discriminación, por mujeres y por homosexuales, y en Occidente, además pueden ser discriminadas por ser musulmanas. Desde hace aproximadamente un par de décadas, existen asociaciones de lesbianas musulmanas que están llevando adelante una intensa labor de coordinación, información y apoyo, sobre todo en Gran Bretaña, que es donde tengo constancia del mayor dinamismo de sus organizaciones, aunque también existen en EE.UU y Canadá. Desgraciadamente, las entidades locales, regionales o del gobierno prefieren actuar con organizaciones islámicas tradicionalistas, y en ciertos casos fundamentalistas, antes que contar con ellas, de forma tal que actúan con pocos medios, pero con una enorme independencia que también tiene aspectos positivos. Desconozco totalmente el estado de la cuestión en el mundo árabe y en otros países de mayoría musulmana. Cabe señalar que, dada la división social entre géneros que se da en muchos contextos islámicos regidos por el patriarcado tradicional, se produce la paradoja de que el machismo margina a las mujeres, pero desconoce absolutamente sus deseos, sus sexualidades y sus vivencias reales. No quiero caer en el tópico, pero tal vez hay algo de cierto en el mito, ciertamente orientalista, que convierte a los espacios domésticos y femeninos en jardines secretos del erotismo entre mujeres. No puedo adentrarme más, y es probable que los hombres heterosexuales y homosexuales no sepamos nunca gran cosa al respecto. Pero se trata de alcanzar la igualdad de derechos también para las lesbianas, y cuando eso ocurra, también los espacios públicos serán apropiados por todas y todos. 

En el cristianismo normalmente se usa la interpretación de ciertos pasajes de las escrituras para condenar la homosexualidad. En el Islam, ¿qué dice el Corán al respecto? 
Estoy tentado por responder de muchas formas a esta pregunta. Por un lado, me apetecería responder simplemente que, en el fondo, da igual “lo que diga el Corán”, porque los homófobos invocarán el Corán en cualquier caso. También puede resultar irrelevante “lo que diga el Corán” desde una perspectiva más seria, que se basa en la convicción de que el islam es una filosofía integral, en la que lo importante son las líneas maestras, que son esenciales y atemporales, como puede serlo el Tao, y donde por lo tanto no caben razones que nos desvíen lo más mínimo del camino de la justicia y la paz total. Pero hay una tercera razón para no buscar “lo que diga el Corán”, y es que sencillamente, el Corán no menciona nunca la homosexualidad como tal (concepto clínico occidental e histórico, tal y como ha señalado Foucault), sino que siempre se alude al contexto de la ciudad de Lot, donde se confunde con el acoso sexual y el intento de violación de los huéspedes de Lot; la relación sexual sin coacciones de una pareja de adultos del mismo sexo no se contempla como una posibilidad explícita, lo cual no significa que se excluya del concepto de pareja (zawŷ) a la pareja homosexual. 

O sea, que el Corán no dice nada sobre ello. 
No quiero que parezca que evito la pregunta, me situaré desde una postura cartesiana o ingenua. Cojo una traducción del Corán, editada con rigor, que se podrá calificar de muchas maneras, pero que para el experimento será válida: la traducción de Julio Cortés. Gracias al índice, busco “Lot”, que me remite primero a la azora, 7, aleyas 80-84. Es un fragmento interpretado por el traductor como alusivo al pecado de sodomía, que es castigado por Allah (C 7:84). Pero la interpretación del pasaje es sorprendente. Dice Lot a su pueblo: “[…] « ¿Cometéis una deshonestidad que ninguna criatura ha cometido antes? Ciertamente, por concupiscencia, os llegáis a los hombres en lugar de llegaros a las mujeres. ¡Sí, sois un pueblo inmoderado!»” (C 7:81-82). 
Cuando leemos que se habla de una “deshonestidad que ninguna criatura ha cometido antes” (y no se trata de una mala traducción del árabe), ¿quién puede negar que estemos ante una aleya enfática, exagerada, en definitiva, una aleya símil? El Corán se divide en aleyas unívocas (muhkamat) y aleyas símiles, equívocas o metafóricas (mutashabihat, de la raíz sha-ba-ha, hacer ambiguo). La interpretación de las aleyas metafóricas pertenece en exclusiva a Allah, -subhanahu wa taala -, y no hay mayor osadía en la comprensión del Corán que interpretar como unívoca una aleya metafórica, como recuerda el propio Corán (C 3:7). Como dice Wittgenstein en su tan famosa cita, “De lo que no se puede hablar, hay que callar” (Tractatus logico-philosophicus, 1921). Cualquier deducción del texto coránico con la aspiración de legislar sobre la homosexualidad a partir de esas aleyas símiles es una osadía grave, y más aún cuando sirve para justificar un discurso homófobo, que desde un punto de vista ético sólo puede ser injusto. Creo además que aunque me lo proponga, no encontraré nunca una aleya unívoca sobre la homosexualidad. 

¿Y la sharia? 
La sharia es un poco más complicado, porque para algunos, musulmanes y no musulmanes, es el “todo vale”, aunque se presente como “derecho islámico”. Que en muchos países se asesine en nombre de la sharia es ya la prueba de que no compartimos en absoluto el mismo concepto de “sharia”. Resumiré mucho la cuestión aclarando que sí, efectivamente, se invocan hadices homófobos, y hasta narraciones de castigos del Profeta a homosexuales, que, dicho sea de paso, no aguantarían la exégesis filológica más básica. 

En muchos países, la ley y los códigos de honor que se derivan de estos textos son cumplidos a rajatabla, como Arabia Saudí. En otros hay más interpretaciones. ¿Crees que todos los países tendrían que reinterpretar lo que dicen los textos sagrados con la declaración de los derechos del hombre al lado? 
No creo que se trate de tener la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 abierta de par en par para leer el Corán, ya que la discriminación por razones de orientación sexual es un problema político. El gobierno del Estado de Arabia Saudí es demencial, y en ese país no existe una ley basada en los principios básicos de la ética. La dinastía es un monopolio del terror ejercido sobre la población, y especialmente sobre los extranjeros, que viven situaciones de explotación peores que los excesos descritos por Engels en el siglo XIX padecidos por la clase obrera en Inglaterra. No hace falta ser muy agudos para ver que se trata de un infierno muy rico en petróleo cuyo régimen debe ser derrocado, y eso exige una solución también de carácter político, pero por ahora las democracias de Occidente apoyan ese régimen. 

Existe mucha poesía árabe, de época medieval sobre todo, que tiene mucho de homoerotismo ¿Era antes el Islam más tolerante que ahora? 
Me atrevo a pensar que la poesía lírica árabe clásica es una poesía homoerótica, que a veces puede ser heterosexual, dedicada a jóvenes esclavas y en menos ocasiones a mujeres libres u esposas, pero que por lo general se dedica a jóvenes mancebos u a otros hombres: príncipes, cadíes, juristas, etc. En al-Andalus, uno de los mejores poetas es Ibn Quzmán, que tiene escritos muchos poemas homoeróticos, algunos de los cuales pueden parecernos hasta soeces. 
Ahora bien, toda esta tradición homoerótica no es ninguna señal de una tolerancia perdida, un concepto anacrónico para la Edad Media, sino del grado de falacia con el que se impuso en la ley islámica la homofobia por influencia de la moral victoriana británica. Por supuesto, ya existía antes del siglo XIX un corpus homófobo en la sharia, pero en ningún caso se expresaba con la rotundidad y la brutalidad con la que se comenzó a imponer a partir del colonialismo británico y más generalmente europeo.

¿Tiene otros ejemplos? 
Por ejemplo la acusación de sodomía contra el califa al-Amin, a principios del siglo IX, que estaba enfrentado en una guerra civil contra su hermano al-Ma’mun, quien ganará finalmente esa guerra. Siguiendo al historiador al-Tabari, la acusación empieza a circular por Bagdad cuando la ciudad ya está acorralada por las tropas de al-Ma’mun, y los soldados buscan razones para desertar y pasarse al bando que va a ganar. Se aprecia por tanto que la acusación es un pretexto para abandonarlo que responde a una motivación política, y que la homosexualidad de al-Amin, en un primer momento, no había sido una razón para apartarlo de sus derechos al trono. 

¿Crees que Allah quiere a los homosexuales? 
No me cabe la menor duda de que cuando Allah nos juzge el día de la verdad, recompensará a los homosexuales que hayan sido justos con el paraíso, en donde beberán bebidas deliciosas de la mano honradísima del Profeta. Es más, aquellos homosexuales perseguidos por su amor son mártires, y como tales irán directamente al paraíso: “El creyente, varón o hembra, que obre bien, entrará en el Jardín y no será tratado injustamente en lo más mínimo” (C 4:124). Como última reflexión, una de mis anécdotas preferidas sobre el mundo árabe fue la sorpresa que me produjo, nada más pisar las calles céntricas de Túnez, en verano, ver a las parejas de amigos paseando abrazados por el hombro, llevándose de la mano, y colmo de la ternura, agarrados por el dedo meñique. Esa es una imagen que no vemos ni en Chueca, y sin embargo, ¡qué daría yo por verla más a menudo en nuestras ciudades!